Monsaengdao,

Monsaengdao: una semana intensa

El 19 de agosto por la noche ya estábamos en Monsaengdao, me costó dormir, qué nervios…el lunes sería nuestro primer día de clase. Por la mañana Joan daría clases de inglés, junto con Laura, otra voluntaria con la que coincidíamos, también de Barcelona, y por la tarde yo daría las mías. Laura llevaba ya una semana en Monsaengdao y fue una gran anfitriona. Muchas gracias Laura!





El entorno era inmejorable, al despertar el lago de flores de loto era lo primero que veíamos y a lo lejos oíamos las risas de las niñas que tambien se estaban despertando.
Vistas al despertarnos


Las instalaciones donde nos alojabamos





Así es que durante la semana, todos los días de 8.30 a 9.30 Joan y Laura daban sus clases de inglés (yo hacía de assistant :)). Era precioso cuando al acabar las clases, todas las niñas a coro decían con sus vocecitas risueñas "thank you teacher". 



 Y por la tarde, justo después de comer, era mi hora para enseñar a hacer amigurumis.

El primer día, preparé una bolsita para cada niña con parte del material y unas instrucciones impresas que había confeccionado para ellas. Así podrían ir guardando sus trabajos  y no los perderían y además  podrían consultar las instrucciones en cualquier momento. 






También dispuse las muestras de amigurumis que había preparado en Barcelona. Cuando las niñas vieron todo aquello, en un inicio miraban con curiosidad, la curiosidad que genera lo nunca visto, y al ver los amigurumis que acabaríamos haciendo se entusiasmaron. 

Sobretodo les encantó un "angry bird" que precisamente yo no había hecho :( , realmente era un diseño mucho más avanzado a mi nivel. Este amigurumi tenía una bonita historia que os contaré en otro momento, una avanzadilla, me lo había regalado una señora que conocí en Chiang Rai.
Al iniciar las clases, explicando lo que haríamos ese día
Nos sentamos en circulo sobre unas alfombra, en el aula donde se imparten las clases, un espacio multiusos donde también está la mesa de ping-pong y la tarima para hacer actuaciones. Un aula localizada en medio de las instalaciones de la escuela, rodeada de campos de arroz y de mucha vegetación, desde la cual se puede ver el estanque de loto y las instalaciones donde nos alojamos los voluntarios.





Y allí, en aquel lugar tan privilegiado, empezamos con la cadeneta. Al principio costó un poquito para la mayoría de ellas, porque era la primera vez que tejían a ganchillo. Pero enseguida empezaron a verse los collares con flores que iban tejiendo, a los que ponían bolitas de colores. Que maravilla! Como disfrutaban! 











 








Hasta la profesora Kru Fei se entusiasmó con el ganchillo, enseguida tuvo acabado su collar!







Las más avanzadas querían aprender más, así es que ya el primer día les enseñé lo que tenía pensado para el día siguiente, el punto bajo, y pronto las empecé a ver con diademas. La clase estaba prevista para una hora, pero estuvimos más de tres horas sentadas, tejiendo, riendo, escuchando música…Momentos mágicos que nunca olvidaré!


Mientras, en el exterior, caía alguna tormenta de vez en cuando que refrescaba un poquito el ambiente, pero no conseguía romper la armonia de la clase. Únicamente salían escopeteadas las niñas que tenían ropa tendida, pero volvían inmediatamente, después de haberla recogido y se volvían a incorporar a la clase, eso sí, mojadas como pollitos.













Hubo momentos en que, todo hay que decirlo, me sentía un poco desbordada, porque todas requerían de mi atención (“teacher Imma”, por aquí, “teacher Imma”, por allá…), pero, poco a poco, todas iban siendo más autónomas y eso me permitía estar más relajada y disfrutar del momento.



Además me llamó mucho la atención ver como se ayudaban entre ellas, las que lo habían aprendido más rápido ayudaban a las que les costaba un poco más. Qué bonito ver la solidaridad entre aquellas niñas, el compañerismo, el apoyo entre ellas. Envidiable!
Así se sucedió la semana. Qué contentas estaban cuando acababan algunos de sus trabajos. Además se llevaban material para tejer en sus habitaciones, después de la cena y aparecían por la mañana con sus propios diseños: un micrófono, una fresa, un muñequito gordito, un cinturón… Increíble!


Las niñas iban a todas partes con sus bolsitas con las labores, cualquier momento era bueno para continuar tejiendo lo que tenían entre manos.
Tengo que decir que en ningún momento imaginé que la actividad que había preparado con tanta ilusión iba a ser recibida de esta manera tan extraordinaria. 

Es el mejor regalo que me pueden haber hecho las niñas de Monsaengdao! 

Agradecimientos a Joan por las maravillosas fotografías tomadas durante mis clases


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